miércoles, 6 de junio de 2012

Camino de la locura


Camino de la locura
Desde luego, no aprendemos. Vivimos en la época del costumbrismo y la indefensión adquirida. Tragamos a gusto todo cuanto nos quieran dar siempre y cuando podamos vivir bien un día más, sin percatarnos de que la desdicha está acariciando el pomo de nuestra puerta, y no necesita llamar al timbre, tiene todas las llaves, todas las claves.
Paro, desahucios, indigencia, pobreza… Escenas que se repiten día tras día. Antes esas cosas nos sonaban a lejanas y ajenas a nosotros. Ahora nos asalta en la calle, en el trabajo, en la escalera e incluso dentro de nuestra propia casa en algunos casos. ¿Hacia donde vamos? Estamos tomando un camino que solo beneficia a un grupo reducido de personas, mientras que cada mes se destruyen más y más empleos, familias. Personas. Cada vez hay más pobreza y no dejamos de soportar que los “bocachanclas” que aparecen en ciertos programas de televisión sigan ganando dinero a costa de nada. Pero ahí nos tienen, como diría Nietzsche, “Ecce Homo”, “He aquí el hombre”; nos preocupa entre poco y nada lo que le ocurra al prójimo, del que dependemos a fin de cuentas, siempre y cuando nosotros vivamos bien. Y luego vienen las quejas acerca de los políticos. “Los políticos son unos incompetentes”. Sin estar del todo en desacuerdo, mis queridos y absurdos simios, es vuestra culpa. Sí, señoras y señores, su culpa. Si todos se creen tan capaces para emitir una decisión directa, se creen con tanto criterio, ¿Por qué no se plantan, se organizan y exponen, de manera formal, al gobierno: “Disculpen, nosotros podemos”? Sin duda, es por comodidad. Es más sencillo criticar el trabajo ajeno que hacerlo uno mismo.

Claramente, no hablamos acerca de arreglar un grifo de ducha ni de colocar baldosas en el suelo de nuestra cocina, si no de dirigir entre todos un país. Es decir, el estado para quienes lo sustentan.  ¿No es la nación la base del estado? La nación nos comprende a todos como ciudadanos, y teóricamente, el estado nos protege. Protege nuestro bienestar, nuestros derechos. Los de la totalidad de la nación. Y delegamos el poder de garantizar nuestras vidas. ¿Es el sistema representativo el más adecuado? Sí un gobierno representa la voluntad de sus ciudadanos, tendría lógica que contara con ellos para ejecutar cualquier decisión, y no la interprete.
Del sistema de gobierno representativo al interpretativo hay un paso. ¿Quién habría votado a favor de la reforma laboral?

Nunca dejamos de ser esclavos. Nunca. Si no lo somos de un señor con uniforme que se proclama caudillo tras una guerra, de un grupo de señoras y señores que se sientan en una mesa a decidir nuestro futuro y aprobar leyes o de un grupo de damas y caballeros, más caballeros que damas, adinerados que legislan fuera del mundo institucional, dominando este, sobre nuestro futuro en cuestión de recursos económicos, lo somos de un igual o de nosotros mismos y nuestras propias necesidades. Somos sujetos sociales inmersos en un fluido. No hablo del aire; hablo de la naturaleza humana. Al parecer se encuentra grabado en nuestro ser a fuego, acero, y mucha sangre ya en la historia, la necesidad del humano de avanzar y “evolucionar”, de alcanzar nuevos horizontes. Si bien han cambiado nuestras herramientas y nuestros métodos, el objetivo siempre es el mismo: la dominación. El modus operandi del ser humano en materia de dominación ha cambiado de un rudimentario palo tallado a un McDonalds o un móvil inteligente, pasando por las armas de fuego y las bombas atómicas. Parece una chanza, pero es cierto. Cuando más infalibles y libres nos sentimos por la autonomía ofrecida por aparatitos electrónicos y por tener cada dos pasos un restaurante de comida rápida, del que un servidor es fiel devoto, más esclavos somos de esas necesidades.
Cuando algo nuevo hace la vida más cómoda ofrece un servicio excepcional y se nos presenta como una herramienta excepcional. Por el carácter informativo y divulgativo de la tele, este ha sido el gran invento del siglo XX. Pero como no hay herramientas malas, si no personas malas en posesión de esas herramientas, la pólvora no es solo para fuegos de artificio, la televisión no es para educarnos y conocer nuestro entorno y sus entresijos más atractivos y trascendentes y los móviles inteligentes no son la herramienta de la vida moderna que nos permite conocer de manera correcta nada. El humano no es un ser funcional. A los dioses les fue robado el fuego y entregado a los humanos, los dioses les entregaron la razón, les enseñaron a hacer la guerra y hasta les dieron la capacidad de dudar de los dioses, a los que mataron hace siglos. Y con todo el conocimiento adquirido, con todo lo aprendido y con todo el transcurso humano, en el que ojalá hubieran intercedido unos dioses o unos seres omnipotentes que custodiaran el orden, he aquí el hombre de nuevo, se las ingenió para dar al traste con todos esos bellos planes que la naturaleza tenía para nosotros. Las armas, que en vez de servir para hacer una guerra entre guerreros, hoy en día sirve para exterminar a pobres civiles sin culpa. Otro modo de dominación; no basta con eliminar al ejército, si quieres manejarlos a tu antojo, elimina a sus civiles. ¿Quién trabajará y levantará las fábricas tras la guerra? Se verán sometidos a tu influencia eternamente. La televisión, que lejos de informar, deforma y nos ofrece una bien mascada cantidad de deshecho informativo para hacernos la vida más sencilla y evitarnos problemas pensando, no vayamos a cometer el error de darle a la neurona y vayamos a acabar con la cómoda vida de los “Señores de la información”, que prefieren presentarnos un excepcional fenómeno televisivo musculado o con unos generosos y retocados senos como ejemplo de educación y acercamiento de la cultura al ser humano. Y los móviles inteligentes, que cada vez admiten más aplicaciones y zarandajas inútiles que llenan nuestra vida de nada. NADA. Desde redes sociales a una mascota virtual, pasando por el indispensable mechero en la pantalla. Ojo, es de la marca Zippo, no se admiten imitaciones.

Los dioses murieron. No empleamos la guerra contra ellos, empleamos la razón, y en vez de utilizar esa razón para avanzar y convertirnos en dioses, nombramos otros. La democracia celestial. Tienen más poderlos productores de toda la basura que hace que la vida hieda a incultura e insensatez que los elegidos “democráticamente”, aspecto de nuestro sistema que lapidaré en otra ocasión.
Y una vez dicho todo esto, voy a mi altar de 42 pulgadas a disfrutar de un poco basura deformada, ya que empiezo a sentir nauseas y calambres sin ver a esos anabolizados pontífices de lo absurdo, portadores de luz de neón y alerones traseros además de algunas ETS, hablar sobre nada y hacerme ver que es más fácil no saber nada, que no saber lo suficiente como para escapar. Me siento en el camino a la locura.

SALUD Y REPÚBLICA
Fdo.: Josu Ochoa González

1 comentario:

  1. me ha gustado mucho el párrafo del gobierno interpretativo, tiene mucha razón. Buen post, si señor!
    Salud y república!

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